Otras poesías...




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Breves

Fue tan breve el instante

en el que estuvimos amarrados:
puerto contra puerto,
mar contra mar.
Me hablabas cristales celestes
y murmurabas mi nombre
en miles de lenguas diferentes.

Y le dimos nombres a las nubes

y fueron así naciendo los toros sangrantes,
los castillos encerrados en montañas,
los caballos que eran harpías 
y los inacabables leones...

¡Fue tan breve aquel instante!

Y, sin embargo, 
brotaban de tus labios
las campanadas de bronce
de los relojes viejos
que regalaban tiempo.
Campanadas de las que bebimos 
la maquinaria fría del rocío,
edificando engranajes de escarcha
y agujas y horas de hielo...

Fue tu mirada el camino

por donde nos fuimos yendo
entre las cosas nuestras y cotidianas:
las llaves, las fotos y las cortinas
hechas de viento.

Tu mirada fue el camino

y por él nos fuimos
como viajan los mares entre los puertos...

Tu mirada era el camino

y por él dejamos que 
nos persigan los pájaros curiosos
que espiaban el milagro de la muerte...




Perplejidades

El sol me llena de sombras.


El agua me deja el sabor de la lluvia.


El cielo me hace mirar

la mirada de mi madre.

El viento es el rústico juego de la nada.


Una flor pequeña

y su pequeño estallido junto a mi paso.

Los pájaros, indecisión del aire.


El camino lame mis pies

como un Argos que aún me recuerda.


La distancia me rodea de cerca.

Los recuerdos los olvido.
Los olvidos no los conozco.

Mi casa vieja se hace vagabunda

y sigue mis pasos y se me adelante
hasta hacerse destino.

La luna se dispersa múltiple

en los charcos de la calle.

Debaten los sapos y las ranas,

en el indocto campo,
la profunda teología del mar.

La noche es una catedral de ciegos.


La noche negocia el valor del fin entre relojes.


El silencio es la sangre de todo.

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Sueño de amiga...

Refugio que me espera 

allí donde nunca volveré,amiga y espejo de las tardes
maduradas al aroma del café...

y en aquel barrio viejo,

de hojas muertas y doradas
por otoños que nunca compartimos,
el viento nos acompañaba

en murmullos de libros y siestas

que no quieren decirnos nada
o en libros de olas y espumas,
que juran tormentas y marejadas...

Y te presiento en la distancia

de mar y de noche en amistad,
en antigua magia que esconde,
por vergüenza, mi soledad

y que descubre el insólito misterio

de la noche imaginando que reza
esas lánguidas adivinanzas
que algunos llamarán poemas.

Amiga, no nos acompañamos

en barrios viejos de silencios piadosos
pero supimos que el tiempo es un sueño
al que se le daba cuerda en otoño

y que la distancia mide lo mismo

que una risa olvidada en los patios del ayer
o una amiga que sueña que duerme
sus versos de locura y sensatez.






Lo que se esconde tras un sueño o un recuerdo

La piel es el límite de nuestro cuerpo.
El placer y el dolor son la piel de nuestra psique.
La piel del otro es el límite de nuestro sexo.
El placer y el dolor en la piel del otro, es el límite de nuestra sexualidad.
La memoria es nuestro comercio carnal y espiritual con el tiempo.
Los recordados o los soñados son los mismos: el soñado es un recuerdo en el soñar... el recordado, es el sueño que se sueña en la vigilia.
Las pieles de quienes recuerdo ya no sienten: tras ellos -tras de sus pieles- sólo hay expansión, homofonía, monotonía.
Tras la piel del que se recuerda -o de aquel que hemos soñado- sólo hay un olvido fundacional.

Y mi origen.

Lo que recuerdo... los que recuerdo... las pieles de aquellos a quienes recuerdo o sueño son los límites más externos de lo que soy... allí donde termina mi origen.
Cada ser humano es una isla de sentido, de piel, de recuerdos, de límites que limitan como las inocentes puertas de un jardín... que nos separan de la expansión, de la homofonía y de la monotonía.

El vacío lleno de sinsentido que se abre tras la piel de un recuerdo o de un sueño, es infinito y eterno.
......................

La garza


A grandes, lentas zancadas 

la garza investiga la laguna.
Su silencio se hace pico.
Hace un cuatro con las patas y sigue.

La tarde la investiga a ella.

La tarde es una garza
y el cielo azul y rosado una laguna.

Pronto se va a hacer de noche

y la garza desaparecerá.

Esta noche nos soñaremos

investigando las lagunas.
Su pico me sorprenderá
haciendo silencio.

A grandes, lentas zancadas

la garza me investiga
y hace un cuatro con las patas
a los pies de la cama.

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Chingolo


Casual saludo de la tarde,

chingolo, feliz gota
de parda miel en las espigas,
te veo como sombra dormida
en las ramas de la siesta.

Y te escucho, también,

sin que lo sepas,
en la casa de la abuela,
y en el naranjo amargo
donde silbó Dios el hábito
infantil de tu simple endecha.

De viento, de agua y de sol,
chingolo, tus alas,
mansas como la tierra,
visten de lenta sorpresa
la larga vida de mis penas,

y cuando el invierno insiste

en hacernos odiar la escuela,
tu pico a la tarde suelta
a volar en trino invisible...

y desde calles desiertas,

ya entra a la jaula triste
de maestra y libertad imposibles,
tu canción de ventana abierta.

Chingolo, andarín que descose
el dobladillo de la tarde,
siempre estás en el invierno
de tu sencillo equipaje:
copete y canción ingenua,
semillas y todo el aire...

Y en tu nido, soñado en tierra,

dejaste un día (¡dulce ladrón!)
en dócil y tibio jergón,
las viejas plumas de mi poema.

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Calandria


Y en ese pobrerío bullicioso

de pajaritos que parecen
ser creados por Dios para la tarde,
te escucho calandria, profunda,
con tus pétalos sin rima,
sin más pentagrama
que la muda rebeldía
de la rama seca.

Y en este largo insomnio

que llamamos vida,
te escucho, calandria,
como dulzor de herida
entre los dulces labios del sueño...

Te escucho montando guardia

en el jazmín o vigilando el aromo.
Te escucho en la fragancia
tan simple de ser calandria...

y saludás a la noche

en romántico abandono,
con la sencilla esperanza
de vivir un día más y el asombro
de sembrar en este nido de silencios,
que es hoy seco corazón de tierra,
la breve y cotidiana sorpresa
de tu pico que me canta un beso...

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…Y florecieron los aromos

¿Cuánta distancia cabe en un pueblo? 

¿Cuánta verdad? ¿Cuánto sueño? 
Toscos caminos de Reta se abren 
entre esas dos nadas: el mar y el recuerdo. 

Retazos de piedad, las nubes del cielo, 

visten de gris al ocre del suelo, 
y el filo de la noche, cruel y frío, 
refleja las estrellas de mi invierno. 

Pero de pronto, sin más y sin quererlo, 

las olas se aquerencian tierra adentro 
junto al mar que se hace campo y labrantía 
y que a liberarnos vienen de lo cuerdo. 

Y entibia la calandria al viento, 

y el sol a aquello que dimos por muerto; 
los árboles cuajan de oro imposible 
en su rara alquimia de poesía y tiempo... 

Es agosto que juega el juego 

tan invernal y tan secreto 
de dejarme vagar sin rumbo 
entre el mar y el ayer, los dos desiertos 

y entre ambos, cantarme el consuelo 

que cada agosto, Reta le da a mi destierro: 
en mi adiós el aromo ha florecido 
como florece una novia ante su dueño.

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De regreso

(Tango)


Y como a nadie se le niega 
de una vez, toda la muerte 
y alguna vez, algo de suerte, 
es que vuelvo a tu vereda 

como ladrón o como sombra 

a libar de tus esquinas, 
a rescatar la perdida 
humildad de tus baldosas. 

Y como todo en la vida 

está hecho de regresos, 
vuelvo por aquel beso 
que te di, y sorprendida 

a tu sombra vi, y tu risa, 

y el ocaso y el tibio pan 
de tus labios que le dan 
final de quimera a la vida... 

Ya sé, es dolor no querido, 

tristeza y amargo pesar 
la memoria al profanar 
el dulce reposo del olvido 

pero uno igual busca el destino 

de insistir en el regreso 
y creerle a un ayer muerto 
que miente al final del camino... 

Y escondido en la memoria 

de mis viejos y la abuela 
de mi casa veo la puerta, 
comienzo y fin de mi derrota 

y apuro el paso, no sea cosa 

que se cruce algún conocido 
y ultraje el merecido olvido 
de uno que es nadie y llora...

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De pájaro y mujer


De pájaro y mujer las alas, 
y a fuerza de vida 
entendiste que el viento 
necesita de la risa, 
que el sol, de tu sombra 
y la luna, de tu sueño. 

Fuiste el lejano juego 

del azar 
en las tardes de invierno 
y, sola, fuiste aquellos 
que te olvidaron 
y te perdieron. 

De pájaro y mujer, 

las alas 
y el sueño que olvidaste 
al soñar el atardecer. 
De pájaro el albur 
de tu distancia 
y de pájaro el ayer 
y la sombra breve 
de la brisa y del recuerdo 
de un tiempo que se fue... 

De pájaro y mujer 

tu fugaz eternidad 
que a inventarme vino 
el agua y la sed, 
y que en la más lejana 
región de tu alma 
me dejara al fin ver 
que el oro de tus alas 
va tejiendo una noche 
con la luz de cada amanecer.

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Bernal 

Duermen tras las rejas y las puertas, 

tras grises jardines y ventanas, 
tras íntimas calles transitadas, 
viejos habitantes de horas muertas. 

Y en esa esquina... o en aquella otra 

-el tiempo vuelve inocente a la memoria- 
vivió un discreto amor su eterna gloria 
de noche, de flor, de silencio y aurora. 

Veredas y algún viejo que franquea 

las últimas veces de su último camino, 
con recuerdos y uno de ellos ya perdido 
que como niño antiguo aún me alberga. 

¿Cuándo esas tardes me perdieron? 

¿cuándo se fueron al olvido o la nostalgia? 
¿cuándo esas noches de secreta magia, 
sentenciaron mis fantasmas al destierro? 

No sé qué hombre fui en aquel hombre 

que dejó su casa, la calle, la esquina 
para luego volver a la verdad mezquina 
con la mirada triste y el alma más pobre... 

                          * * * 

Duermo tras las rejas y las puertas, 
sin saber, acaso, que he retornado 
como sombra o destino fracasado 
que no pudo olvidar su herida abierta.



Consejos para el vuelo
(a mi hijo)

Vuela. Vuela hijo pájaro. 

Vuela, que no te detenga ningún daño. 
No trepes, vuela, 
y abre tu pecho en el cielo. 
Aliméntate de lo alto. 

Sube. Vuela. 

Humedece tu alma de nubes. 
Baña tus plumas de adiós. 
Que digan que sí, que te fuiste, 
que tuviste miedo, 
que no volviste. 

Vuela. Vuela, hijo y pájaro. 

Y sube, gana en altura; 
Y ya, desde lo alto, conócete grande. 
Y vuela y anida en tu alma... 
en la cumbre misma, 
donde estarás solo, por amor al aire. 

Vuela. Vuela, hijo y pájaro. 

Alimenta tu conciencia en lo frágil... 

Sé fugaz. 

Sé feliz. 
Vuela y canta... y sé distante

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De balances y recuerdos 

Fría y desnuda como lluvia en el mar, 

fría y extraña sea mi muerte al azar. 

Que quiera mi alma ser 

liminal ecuación de los vientos 
y mi cuerpo apagado, retorno 
a todos los suelos sedientos, 

a las tierras que claman 

balances de carne y hueso, 
con reproches por mal caminado 
de todos los caminos que muero. 

Y en el recuerdo feliz de la infancia 

abrir mis ojos yo quiero 
y ver la vereda y los soles 
y el día feliz en que juego 

a ser el capitán de mi nave 

en estrella azul que traspasa 
mezquina de sueños y olvidos: 
puericia elemental y avara, 

niñez fría y desnuda, 

hecha de futuros recuerdos, 
hecha de noche y de soles 
hecha de lluvias y miedos.




De Noches y Memorias

  
Los recuerdos serán así, olvidos 
en el piadoso matraz de la memoria... 
en negras, largas noches sin historias 
serán amor traicionado y traducido. 

Larga y profunda primera noche, 

sin fervor y sin distancia, 
sin Verbo alzando en la mañana 
su rubio amor de Oriente y Norte... 

Y abajo, todo: pasiones y razones 

caminos y puentes, rondas y rutas, 
las gentes que en promedios perduran 
drenándose en ilógicos montones. 

Abajo, todo es todo: no hay más altura, 

todo es sombra y aplastada luz que porfía 
eléctrica sombra que en la sombra espía 
la llegada final de la Gran Madre Oscura. 

* * * 


Abajo, todo es todo: todo es locura 

y los recuerdos quedarán así, perdidos, 
desangrados en dédalos de olvidos 
que supieron ser del sol rayos de cordura.

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A una bibliotecaria



Los libros llevan tus manos
y las pierden entre poesías,
entre cuentos y densos tratados,
entre cantares y elegías...

Y por eso es que no se puede

abrir un libro sin encontrar
esa mano que al ordenar,
deja al sistema hecho poesía.

Trabajo de silencio junto al mar

como el viento, infalible y puntilloso,
secreto de moldear la roca
con la oscura voz de la tinta
y de papel pintados los ojos.

Desliz de luz y anaquel,
método, clave y ternura
en clave de cristal fragante,
al unir silencios con palabras
y Babiecas con Rocinantes.

Y así, se pasean por los lomos,

códigos, números y letras
dedos, ayeres y mañanas...

Y, sin quererlo, siempre

se sospecha de la bibliotecaria:
que en esas claves encierra,
-y es de Dios la vieja artimaña-
las letras del Nombre Secreto
que guarda el cielo estrellado:
esa otra biblioteca...

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Atardecer de invierno


Caen los cielos
junto al mar
envolviendo al horizonte
en bruma indefinida.

Las olas se deshacen

en espumarajos amarillos:
viento breve
y frío de mirada gris
y manos en los bolsillos.

Nada hay, más que mar
y un silencio de murmullos
y una playa ahíta
del propio ser nada.

Las gaviotas me adivinan

allá abajo
como una idea fugaz
que adorna una mente ajena.

Soy en ese atardecer de invierno

un recuerdo indebido.

El mar y yo no somos amigos,
pero nos comprendemos;
nos emitimos y
nos señalamos
como culpables
de nuestra intercambiada soledad.

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Baba Yaga

(Versos para asustar a los chicos)


Cuentan que en la tarde oscura,

al perder el camino
tras una travesura,
es que la ven los chicos.

Cuentan que es flaca

y que su choza camina
entre tumbos y alharacas
con sus patas de gallina.

Si la ves, ella te grita
tu nombre y te llama
y se roba tu vida
si espiás por su ventana.

Es tan mustia y tan mala

que ¡Dios no lo permita!
te hierve con ajo y papas
mientras su choza camina

y endereza sus pasos de gallina

rumbo a su bosque secreto
y en tu casa, hechizados, todos te olvidan
comiendo niños envueltos...

Baba Yaga, aquí va mi ruego:

que tu choza en patas de gallina
no salga esta noche del bosque secreto,
ni que en sueños me persiga...

¡Ah! y también que mañana,

cuando el sol brille de nuevo
te olvides que sos Baba Yaga
que yo seguiré con mis juegos...

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Bernal
(Tango)


Como una sombra sin calles
por donde vagar como el viento
me perdí entre tus tardes,
y tu empedrao sin regreso.

Barrio de fantasmas que juegan

a morir en cada invierno
llorando las hojas sueltas
rejuntadas por el tiempo...

Bernal, tu cielo aún me cubre
como el regazo de la vieja,
como cubre al cielo la nube
cuando quiere mojar la tierra.

Bernal, y tu encendida magia

de soles infantiles y la fatiga
del viejo sonriendo en la fragancia
de tarde de invierno y de llovizna...

Todo en vos es carne de recuerdo

como una Filcar de calles sin sur:
Ameghino, Chacabuco y Congreso,
Avellaneda y la más mía, Yapeyú...

Jardines de Bernal, adiós y poesía,

veredas que no volveré a pisar
como condena y como herida
del que no te supo dejar de amar...



Canciones son amores

A Nora Perlé

De la música de tu voz

fabricaré caricias de mar,
juntaré de a puñados el sol
y me dormiré hasta cantar...

cantar los sueños que al soñar,
dirán las canciones que vuelan
en cantares que del amor regresan
sobre campos hechos de mar.

No importan ya las distancias,

ni la noche ni el adiós:
tengo la sumisa fragancia
de una rosa en tu canción...

Y cuando el dolor y el pesar
lloren su espuma en la arena,
y de viento y tiempo sea mi pena
como si nunca fuera a acabar,

cuando crea que todo es dolor

y sea oscura hasta la poesía,
de la mano de alguna canción
llegará la sencilla alegría:

manojito de sol y de flores

que duerme junto al camino:
señal que he vuelto del destino
entre canciones que son amores...

Y así, dejaré que llueva tu nombre

en aquella noche de voz y de recuerdo
donde entre silencios y olvidos puedo
ser un sueño de amor entre canciones...

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Cuando navegue la niñez


Cuando navegue la niñez

en la tormenta de los recuerdos.

Cuando sólo llueva el silencio

en mis ojos que te buscan
y te invoquen las manos vacías
que cosechan en desiertos
de silencios, tu voz dormida.

Cuando el frío sea la verdad

y la sombra, la magia
y todo se vuelva tormenta
y las hojas giren
sobre la tierra,
espantadas de viento.

Cuando me sea la hora

en que las palomas vuelen
huyendo de campanas que estallan
y todo sea más lento
que el sospechoso andar
de la misma luna,

será que habré girado la llave

y habré descubierto
el sueño inagotable,
por siempre moribundo
orgulloso y vencido,
de la vida
tras el porfiado acero del amanecer.

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De cara a la noche

De cara a la noche,
vislumbro la innúmera arena
de estrellas
y construyo castillos
de constelaciones viejas.

De cara a la noche,
leo las páginas negras
de tu libro silencioso
y sorprendo al nombre
del niño solitario
que juega entre planetas.

Y me abismo
desde el alma misma,
y recuerdo la memoria
que me rescata de la locura
y que me da el salmo final
de mi sentido y mi cifra,
mi razón y mi cábala:

que siempre fui la noche,

que siempre fui un abismo
buscando la raíz de la mañana...

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De las cosas del ayer


Sol sencillo de mi infancia

cansado de tanto hoy,
tan solito en la tarde
de frío y distancia.

Viejo sol que me diste

las monedas del parral
esparcidas por el patio:
fortunas del azar
que en horas de la siesta
compraban mi libertad.

Sol de verano

del bostezo largo
y la mosca molesta.

Tarde de ojos aburridos

en películas viejas...

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De los adioses

La suave y pálida mano del adiós

acaricia aún las calles insociables
de mi primera infancia,
y mece los péndulos
y teje el tiempo
con agujas de relojes viejos...

Como si yo allá todavía viera

a mi sombra jugar
sin saber siquiera que vivir
era tan sólo esperar.

Veo la suave y pálida voz del adiós

que dice todavía mi nombre en vano
y por entre racimos de la parra vieja
perfila mañanas luminosas de verano.

Sube por el tronco porfiado y retorcido

negro de sombras y de endechas,
de frescura inocente, de otros adioses,
de otros amores y otros olvidos.

Tuve entre mis noches
una que me sirvió de adiós.

La traje conmigo hasta el mar,

para que acompañe
como amiga, mi última soledad
y deliremos juntos
la fragancia
de la misma mentira de volver...


y muramos juntos

la distancia
y la gris verdad
de impío amanecer.




De regreso

(Tango)

Y como a nadie se le niega

de una vez, toda la muerte
y alguna vez, algo de suerte,
es que vuelvo a tu vereda

como ladrón o como sombra

a libar de tus esquinas,
a rescatar la perdida
humildad de tus baldosas.

Y como todo en la vida

está hecho de regresos,
vuelvo por aquel beso
que te di, y sorprendida

a tu sombra vi, y tu risa,

y el ocaso y el tibio pan
de tus labios que le dan
final de quimera a la vida...

Ya sé, es dolor no querido,

tristeza y amargo pesar
la memoria al profanar
el dulce reposo del olvido

pero uno igual busca el destino

de insistir en el regreso
y creerle a un ayer muerto
que miente al final del camino...

Y escondido en la memoria

de mis viejos y la abuela
de mi casa veo la puerta,
comienzo y fin de mi derrota

y apuro el paso, no sea cosa

que se cruce algún conocido
y ultraje el merecido olvido
de uno que sólo es nadie y llora...

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Días de lluvia en Reta


Días oscuros, de lluvia,

días fríos y sedientos...
Los ojos enredándose
en los tamariscos desiertos.

La lluvia es un manto

de humildad para poetas;
viene a dejarnos
sus pájaros sin alas;
viene a dejarnos
más solos que antes.

Viene en extraña álgebra, en raras cifras

a traducir el idioma del cielo
en palabras de tierra,
en palabras amigas
que frecuentamos...

Pero nunca dejará que sepamos

cuál es el secreto
que encierra un día de lluvia.

Cuál es el encargo que la llevó a caer,

a venirnos
con su música en bemol,
tan amable y triste...

O qué delito deicida la llevó a desertar

de su mundo sin estrellas ni sol
a esconderse asustada en la tierra,
a disfrazarse de mar o de lágrima.

Qué remordimiento

la urge a lavar nuestras manos,
a viajar para decirnos el agua,
a silenciar nuestros ojos
con su sombra de luz...

A hacernos morir de libertad,

a hacernos llover
llanto de recuerdos.

Días oscuros,
días de lluvia,
días fríos y sedientos...

¡Ah! ¡Si yo también fuera digno

de beber tanto silencio!

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Canción de cuna


Duerme, mi hijo, duerme
duerme, sonríe y sueña.
Duerme en mí y bendice
mis tristes noches y mis penas.

Duerme, mi hijo, duerme

que te sonríen las estrellas
y la luna a ti te cuida
brillando aquí en tu pieza.

Duerme, mi hijo, duerme

duerme, sonríe y sueña
a tu osito yéndose lejos
en su camioncito sin ruedas...

Duerme, tranquilo, duerme

que hoy la noche está en vela:
y sabrá de tus sabios secretos
que aún juegan en la vereda

y por eso, mi hijo, duerme

duerme tranquilo y sueña,
que mañana seré yo más bueno
jugando otra vez en la vereda...

...Duerme, mi hijo, duerme

duerme, sonríe y sueña.
Duerme en mí y perdona
mis tristes noches y mis penas.

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Ejército de Amantes 

(Canción)

(Recitado)

Como flor de estrellas, esta canción
por los patios de la noche así se oía,
volviendo de lejana constelación
cantaban los enamorados su agonía...

“El invierno se nos hizo un Mundo,

y la tarde vive en perpetuo adiós
enlazando nuestros pasos mudos,
con lluvia gris y barrios en desamor.

Las cenizas construyen el Reino
de las calles abiertas y hoy libres
a leyendas y a viejos miedos
y a puertas cerradas y tristes.

Y la tarde que se hace Nación

de amores abiertos y viejas heridas
de grito, de puñal y de traición
amarga, solitaria y transida

por aquel entregado amor,

-de mi corazón, mitología-
que es por perdido, dolor
y por veneno, razón de vida...”

(Recitado)

Y trepaban a los balcones los Romeos
a sitiar el corazón de sus amadas,
sin ver que su ejército era un sueño
tarambana de una calle solitaria.

¡Y llegó hasta nuestra cuadra
solitario ejército de amantes:
por escudo, unas fotos y unas cartas
y por lanzas un clavel del aire..!

¡Y llegaron con su himno a la tristeza,

a cantar los nombres ya perdidos
ebrios de soledad y de tinieblas,
a buscar clemencia en el olvido!

Y ya abre sus ventanas la noche

saludando a los héroes ya vencidos:
del balcón vuelan besos y reproches
al ejército que vuelve del destino...

Abandona ya nuestra cuadra

solitario ejército de amantes.
Por escudos, unas fotos y unas cartas
y por lanzas un clavel del aire!

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El fin del sueño


Soy arco de proporción imprecisa
donde me antagonizan mis actores.

Soy el sueño que sueño.

Soy la escena, la ambigüedad
y el miedo.

Se enciende la luz de fiera

del Universo.

Alguien muere. Es un niño.


La madre se baja del camión

levanta su cuerpo: es un perfil,
es un sueño al cuadrado,
es un dibujo de Miguel Ángel...

El sueño -la Bestia- sigue.


En un auto, alguien -yo- me mira

y señala el fardo de pasto que cae
y el niño que vuela hacia su muerte.

La madre que baja del camión

y levanta su cuerpo que es un perfil,
una boca abierta y un ojo cerrado.

Los dioses juegan con mis miedos

y me arrojan a un costado de la ruta
hecha de la vastedad del cielo.

Otra madre se baja del camión.


Los dioses juegan a ser dioses.


Me despierto asustado: su inocente crueldad,

sus delicados detalles, los finos matices,
la calculada y efectista imprecisión
me recuerdan
que yo tampoco quiero morir.




Has amado


Has amado,

has vivido y has dejado
que el sol nazca por tus manos.

Has deseado, has dejado

que la dulce promesa de la nada
adorne tus primeros años,
y has sabido esperar
que la flor te llame
en el vano de la ventana.

Y hoy perfuma tu silencio virginal

mi anticuado silencio de poeta.

Es de tarde, es otoño

y no entendés nada.

Yo, en cambio, sonrío y llueve...

Con eso me basta: lo entiendo todo.


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He soñado

He soñado el fuego en las manos,
ardiendo con paciencia infinita
y a aquel perro viejo
y a la noche sin huesos,
inmóvil y absoluta y perfecta.

He soñado la libertad

que yace en el otro mundo
que se abre tras el pudor
de los ojos cerrados
a la verdad despótica
que fabrica monstruos y flores
con malévola alegría.

He soñado los brazos

abrirse tras un árbol
y he soñado tu voz,
hablando desde una sombra.

He soñado el miedo

con la sencillez con que se teje
una historia o un niño.

He soñado la muerte

gritando en el Universo en estampida.

He soñado el espacio que mi cuerpo habita

lleno de los viejos fantasmas
que asolan la casa abandonada.

He soñado a aquel perro y a la noche

y a la casa abandonada.

Soñar es volver al regreso.


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Homesick

(Letra rea)

Quizás uno sólo se vaya

para poder volver
y sentir que no fueron vanas
todas las horas del querer.

Quizás sentir que las tardes del barrio

te esperan aún entre largos versos,
entre melenas de oro,
entre recuerdos,
entre memorias de sol y anochecer.

Volver ¿para qué?

¿Para irme otra vez?
¿y empezar,
como loco,
el inútil juego
de partir de nuevo
y de morir otro poco?

Quizás sólo me vaya

-a veces lo pienso-
para poder creer
que si me voy conmigo,
conmigo también se va el tiempo...

Y, entonces, una noche,

tal vez creyendo eso,
me fuera al mazo
donde todo se pierde
envidando a la Muerte
sin nada para el tanto...

Y así me iré de tus ojos

tratando que su par de noches me olviden
a mí, que los maldijo sin motivo,
a mí, que más lejos, más te quieren...

Que mi nombre se haga viento,

Que mi sombra se haga olvido.
Que nadie recuerde nuestro paso,
que nadie se acuerde que me has querido...

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Instante en un café

La magia olvidada del viento
y del frío gris del otoño entran
por el vidrio sucio del bar,
y traducen en tibieza,
la tierna desorientación
de lo equivalente,
de lo dulce y lo posible.

Y el viejo que fuma

su última vida
sin miedo a aburrirse,
y el loquito que vende
gallinitas de plástico...

Todo es, más o menos, lo mismo

como pétalos de margaritas
o carozos de aceitunas...

Y vuela la tarde moribunda

en su jaula, aleteando
entre el botellón de chianti,
las fotos de parientes de parientes
y una habilitación municipal
vencida y maloliente.

Sonrío: tengo plata para otro café

y afuera han comenzado
la noche y la lluvia.

Sonrío: Ya no tengo que volver.

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La acción, de noche, en una librería


Hecha de paciente realidad

e indiferencia,
le diste la razón al azar
y te cruzaste conmigo.

Riendo, como jugando,

sacaste a pasear la noche,
blanca como azahar
y fugaz,
hojeando cantares
de poetas olvidados...

Yo te esperaba

como el ladrón
anhela a la noche.

Lo hacía en el deseo inútil
de poder decirte el amor.

Te esperaba sin siquiera saberte

en asimétrico romance,
como un niño que en soledad
florece de ternura.

Y llegaste, parecida a la lluvia

a limpiar mis ojos viejos,
cansados de tanto vagar
por caminos de luz.

Sonreí...


Y acariciaste

el tiempo de mis hojas viejas
y de mis letras ausentes.

Y así, sin quererlo, me fuiste la realidad

y aún en el dolor te lo agradezco,
que a veces la verdad se reduce
a un feliz momento amargo

 y a una mano joven

que hojea cantares
de poetas olvidados...

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La gotera


Llueve y ya la lluvia

le da triste cuerda,
en la casa que se moja,
al reloj de la gotera.

Tac sin tic, perentoria,

marca la gota
el ritmo de la noche,
el tiempo de las sombras...

Y de a poco, en el balde,

el tac ya es un tluic,
es un relámpago ya sin ganas
y una lluvia ya sin fin

y una gotera que desvela

desde el techo, la vieja herida
que dio a la casa, su tiempo propio
y al corazón, una clepsidra.

Me he dormido...


de Berkeley

es ahora la gotera,
y todo el tiempo y su latido...

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La tarde

A la gloria de un mundo
que aprendió a atardecer
y a deletrear ocasos
y esas horas tan tristes
en las campanadas
del reloj.

A la memoria de un mundo
que aprendió a darse
esa chance tan íntima
de verse morir
todos los días;
de cortar su carne azul
y verternos su sangre negra.

Evoco a ese mundo

que se deshizo de la luz
y se rehizo
en mitigados fantasmas
que trabajan incansables
carcomiendo paredes
y jardines,
y rincones
rebuscando las memorias
y remordimientos,
y rencores del día...




Mi último sueño


Excesivo como el mar

indescifrable y virgen...
así será mi último sueño.

Será tan absurdo y tan libre

de urgencia lógica
como el viento, o la luna
o los cangrejos.

Será el destilado

feliz de la noche
y del silencio;
serán mis ojos y su movimiento
tras el pudor del párpado
o el labio que quiere pronunciar
aquel nombre que ha muerto.

Mi último sueño

será una culpa
y el temblor de un reproche...

Será un camino

que envejeció
en la espera.

Será la redundancia

misteriosa del espejo
y el aleteo profundo
de todos los pájaros
que he muerto.

Será el eco que llega

desde el otro lado del abismo
a decirme todo el infierno.

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Misión de poeta


Trocar la vida en una palabra

y hacerla caminar
nuestra suerte dudosa
que se hizo nombre
y en el nombre, mentira.

Tal la misión del poeta.


Y en la luna ocultar a la mujer
que hace al hombre
olvidar la vida
para serla
y en las tardes de otoño
revivir el recuerdo
que a la garganta anuda
y hacer de todo eso
un sueño.

Tal la misión del poeta...


Revivir la horrible cópula

que demora a la Muerte
y la engaña en el lecho,
por el tiempo que dura un poema,
inundando su pecho
de tristes metáforas...

...de esas sombras


que son las palabras:

aquellos fracasados fantasmas
que de la noche brotan...
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Mujer lejana


Era tanto el viento,
tanta la sueñera
y tanta la memoria,
que se desgarró el llanto
y asilaste tu amor
entre tu risa y la nada.

Hojeaste el íntimo libro

de tu noche lejana
de radio y bostezo,
de ecuaciones de amor,
de tus sueños de viento
con manos tibias en una taza.

Mujer lejos, las estrellas te abrazan

y cuchichean como viejas brujas
que te espían por la ventana,
mujer lejos, y te dicen
el álgebra de un nombre
que ya no te sabe a nada.

Y cuando la voz del sol

te despierta por la mañana
no hay hijos, ni hombre,
ni sombras, ni gritos
ni silencio ni nada.

Y en tu bostezo final,

sólo una cosa
anotás en la bitácora:

"Era tanto el viento,

tanta la sueñera
y tanta la memoria,
que se desgarró mi llanto
y asilé a mi amor
entre mi risa y mi nada".

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No extrañe la noche

No extrañe la noche

los ojos asombrados
que veían deslumbrados
clavadas constelaciones

ni el delirio solitario

de mi vieja sombra herida
que cobijar supiste, tardía,
en las suaves manos del pasado.

No espere la noche hallar

al niño de mirada pura,
que soñaba bajo tu luna
ser tu estrella fugaz;

ni al hombre ya vencido,
perdido en un rincón,
al hombre sin luz ni amor,
sin esperanza ni paraíso.

No quiera la noche buscar

las huellas de mi paso:
me habré ido tras otro ocaso,
tras esa otra noche: la mar...




Nueve pájaros perdidos


Con demasiado invierno a cuestas

y por delante
toda una tarde gris,
nueve pájaros perdidos
se han dispuesto a dormir.

Es que se han perdido

y espían las sombras
desde lo alto del fresno,
desde las ramas
tejidas por la enorme araña
que los ha atrapado;

para que adivinen al sol

tras la cerrazón y la llovizna
y presientan la tiniebla
y al poeta que los cuenta...

Y en ramas sin hojas,

sin luz, ni verdad
conjuran a la Noche:
el único nombre
de la muerte
que ellos conocen,
siendo allá arriba, nueve
y son el miedo
como el cielo es el sol.

Son el miedo y son el frío,

y el hambre y son nueve
y son diez con Dios.

Son nueve palabras,

o nueve mentiras
que aprendí a decir
para aletear el poema
de otros pájaros
que yo también, alguna vez perdí:

con demasiado invierno a cuestas,

con demasiada tarde gris…

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Respuestas cercanas     

En el patio de la casa vieja

llueven recuerdos
por la tarde de invierno.

En un frío sin origen

asomo mi sombra
por la ventana abierta:
el agua golpea
como alfiler en los ojos,
como estrellas nuevas
que acercan al cielo
de la piel
un mensaje lejano.

Sonrío.

Mi sonrisa entiende...

Yo no.


Cada gota es una estrella,
cada lluvia, constelación,
cada tarde triste de invierno
es un Universo...
y el patio es Dios.



Sin saber 


Sin saber bien por qué,

o porque te amé,
la primavera pasó de largo
por mis ojos de ayer
y por tus besos vestidos de amor
que migraron al silencio
del oscuro y largo camino
que imploraba el perdón.

Y en la tarde de septiembre

el sol en gajos
fue la fruta que me ofreciste
y el aire era la calle y los tilos
y el perfume abierto
de una ventana,
y toda la luz de tu sombra,
de tu presencia
hecha de mil verdades y un jazmín.

Y en la noche de enero,

cuando serena
me dijiste tu estrella
supe regresar por vez primera
a la verdad y al jazmín
que me hizo inmortal
en tu boca...

Pero en mí estaba yo,

agazapado, cerrado
y hosco,
gritando tu voz
como un viejo dolor...
y sin saber bien por qué
te deduje del sol
y de la frescura
y de la espuma del mar...

Te perdí en la tarde de otoño

como quien olvida una canción
que lo hizo llorar...

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Sombras


El mar se va haciendo de sombra.


Sigue el sol el ritmo

que le asigna la noche
y triste, la ola
habla desde lejos.

Nada va quedando

de aquellas espadas de luz
que lucharon en lejanos mediodías...

Nada de aquellas lanzas

de risas
que enarbolaron los niños
de la mañana...

Los niños que no conocían

el tamaño del mar.

El tamaño de la noche.


Los niños que se perdieron

por el engañoso sendero
del amanecer.

El mar se va haciendo de sombra

y ya no distingo la metáfora de su nube
de espuma
ni el incierto azul de su cielo caído.

Todo, todo me amenaza con estrellas:

a mis espaldas Escorpio se alza,
gigante,
con la luna entre sus pinzas.

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Sube la noche


Sube la noche a mis ojos

como mi sombra,
como una lección de humildad...

Sube y en su tiniebla,

aún en alivio de plenilunio,
hay una verdad más intensa
que la misma muerte.

Sube la noche

como un vaho de la tierra,
como un rezo del diablo,
como una siempre futura historia
que siempre recién comienza.

Sube y en su altura,

se conoce eterna
y entre sus muros
adivina su verdad,
más verdadera
que la del mismo sol:
monstruo impiadoso
fugaz como un pájaro,
joya vulgar atada al tiempo.

Sube la noche

y en su ascenso
nace el filo de un recuerdo
y en el jardín de cruces,
que es el mundo,
se instala la memoria perfecta.






Sueños de ballena


Eran mares que soñaban

a una enorme, lenta ballena,
ballena que en mis sueños soñaba,
que soñaba con el mar y con ella...

Y hablaba...

Hablaba en sueños la ballena,
con voz de pura distancia,
con voz de mar
y garganta muy grande
perpleja de estrellas,
como si un Universo soñara
que duerme en la ballena.

Y dice en sus sueños,

-dice la ballena-
que sólo yo la sueño
y que en mi sueño
me sueña ella,
dormido en la playa,
soñándola lejos.

Y habla...


Habla en su sueño la ballena

que sueña con una rosa...
Con una rosa que la sueña a ella
como un mar, si fuera,
de pétalos que sueñan;
un mar donde deliran
sueños de ballenas...

Ballenas que sueñan conmigo

dormido como estoy, en el mar
profundo y soñando,
soñando ballenas
y en mis sueños diciendo
que sueño una rosa
que sueña ballenas
que sueñan con mares
que sueñan con ellas...

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Te regalo


Te regalo mi silencio

tan triste, de poeta que llora
como el sol que declina
en el desierto que lo devora.

Te regalo la sombra que dejo

al irme por las soledades
que ansía el dolor
de no escribir más.

Te regalo el adiós

que investiga minucioso
las raras manos de la muerte...

El adiós que te prometí,

que bulle en lo alto,
de un hervidero de nubes,
en la tragedia del viento,
en la ahogada lluvia
que no me recuerda
aun habiendo sido, los dos,
siempre los mismos.

Te regalo la tregua

de la última mañana,
del último camino
por el que salgo a mendigar
el cansado pan de un destino.

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Sospecha en la niebla


Te sospecho en la niebla

venir desde la esquina
rumbo al sol.

Sos el sueño de aquella mañana

que pasará por los ojos
del espejo
de mi conciencia.

Todas las mañanas.

Todas.

Hasta que me sea brindada la oscuridad

y regrese del sol
a la niebla de la esquina.

Esperaré, entonces, por la ventana

y te sospecharé en la niebla
venir desde la esquina
rumbo al sol.

Todas las mañanas.


Todas.







Un pájaro muerto


Tuve una vez -alguna vez-

entre mis manos
un pájaro muerto...

Seguí con mi dedo el filo de sus plumas

y no pude distinguirle el viento.
Espíe el pudor de su ojo entrecerrado
y no pude verle el cielo.

Llovía.


Vi sus patas de alambre

y no me pude sentir libre.

No pesaba

y no me sentí su dueño.

Olía a pasto y estaba frío,

su pico no era su trino
y estaba entreabierto...

Tuve una vez -alguna vez-

entre mis manos, el absurdo
imposible de un pájaro muerto...

Y fue, sólo por ese instante,

que sentí como si aún tuviera, al despertarme,
enredada una pesadilla entre los dedos.

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De las cosas del ayer


Sol sencillo de mi infancia

cansado de tanto hoy,
tan solito en la tarde
de frío y distancia.

Viejo sol que me diste

las monedas del parral
esparcidas por el patio:
fortunas del azar
que en horas de la siesta
compraban mi libertad.

Sol de verano

del bostezo largo
y la mosca molesta.

Tarde de ojos aburridos

en películas viejas...

Barrio simple, calle

y el picado de los pibes
y el rezongo de la abuela
y el día que nunca,
pero nunca pasa
y que un día, en la esquina
que nunca cambiaba,
pasó y se fue
como se van las lágrimas…

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Vuelan las gaviotas


Vuelan las gaviotas

en el mar de la distancia
y mi sombra es un espejo
donde sueña mi nostalgia...

Infancia de sol atrevido,

de inviernos, de dudas,
de alegrías baratas
y luz en trance de fuga.

De veredas y profecía

de un paisaje de amor
que me dio tu recuerdo
y hoy es tierra y atrición.

¿Cómo se puede vivir

tan lejos del corazón?

Mala manía de la nada

eso de anidar en la razón,
de hacerme vivir
la monstruosa belleza
que velada y virgen
destila el cielo. 

Y sueñera

de siesta y dóciles parrales
que otra sombra me dieron,
otra sombra y otras uvas
que a huida me supieron...

A huida, y a sol y a mirada

de sorpresa ante el viento,
ante la noche, la poesía
y la armonía del tiempo,

con sus múltiplos estériles,

minutos implacables y baldíos,
que en cruz de agujas contaban
mis cuentos de mentiras y destinos...

Hoy todo se deshizo

en un fantasma gigantesco
y blanco, hecho de gaviotas,
hecho de espuma y mar abierto...



Y florecieron los aromos...

¿Cuánta distancia cabe en un pueblo?


¿Cuánta verdad? ¿Cuánto sueño?


Toscos caminos de Reta se abren

entre dos nadas: el mar y el recuerdo.

Retazos de piedad, las nubes del cielo,

visten de gris al ocre del suelo,
y el filo de la noche, cruel y frío,
refleja las estrellas de mi invierno.

Pero de pronto, sin más y sin quererlo,

las olas se aquerencian tierra adentro
junto al mar que se hace campo y labrantía
y que a liberarnos vienen de lo cuerdo.

Y entibia la calandria al viento,

y el sol a aquello que dimos por muerto:
los árboles son de oro imposible
en su alquimia de poesía y de tiempo...

Es agosto que juega el juego

tan invernal y tan secreto:
es el aromo que ha florecido
como florece una novia en el espejo.


Horacio Ramírez

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